miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Voz (Telecinco)





Todo aquel al que le guste la música, debería ver “La Voz”, el nuevo reality de Telecinco. Allí, encontrarán el mejor catálogo de los diferentes artistas de éxito de este país: tenemos al chico de voz limpia, que solo sabe hacer gorgoritos y que intenta desesperadamente caer bien a todo el mundo (elimina a concursantes diciendo que “se arrepiente 100%” y cambiando de tema cuando le ofrecen echarse atrás). El típico artista de “El Hormiguero”, para entendernos. (Por cierto, ¿se han fijado en que antes nos parecía grave que los músicos tuvieran que hacer promoción a cambio de reír unas cuantas gracias y hacer el imbécil y ya, desde hace años, ni siquiera se les da la más mínima oportunidad de cantar, explicar qué, cómo y dónde han grabado o, sencillamente, qué pretenden expresar? En fin…)
Sigamos: tenemos también a la hija de familia de artistas que decidió cambiar el purismo de un arte puro y milenario por una adaptación light y accesible a todo tipo de públicos poco exigentes (por así decirlo, que cambio el quejío y el arte por el tarareo del ayay y el runrún).
Tenemos a la chica de voz verdaderamente buena que en lugar de encaminarse hacia los caminos artísticos que podría encontrar por capacidad en el blues, en el soul, en el flamenco… decidió hacer un batiburrillo inofensivo de todo eso producido para sonar en discotecas, sin importarle que eso supusiera cargarse cualquier rasgo de carácter en una voz que, sí, la tenía. O que podría tenerla. Pero, sobre todo, tenemos al artista supuestamente auténtico que en un momento dado tuvo la opción de decidir entre la honestidad para con su público o el estrellato fácil a costa de pasar por el aro y no lo anduvo dudando un solo segundo. No sería el más lamentable de los cuatro de no ser porque pretende hablar desde un púlpito que aún cree instalado en la autenticidad y que no repara que le han instalado, decorado y sonorizado con los medios de La Industria de los politonos y las galas de Nochebuena… (“Yo, que soy rockero”…)
Por supuesto, los cuatro se han prestado a un juego completamente guionizado por el programa, en el que cada cual debe desarollar su rol (el bueno, el “punki” de pastel, la amable y la “madre”) y se humillan ante límites insospechados por que cada concursante les elija. Estoy hay que reconocer que lo hacen bien: a fin de cuentas, llevan años haciéndolo.
Todo aquel al que le guste la música, repito, debería ver “La Voz” y comenzar a preguntarse en qué momento comenzó a joderse la industria musical en España para haber llegado a un punto en que estemos así.

Por cierto, “La Voz” era el apodo de Frank Sinatra, un tipo que supo encarnar durante muchísimo tiempo que era posible hacer música descaradamente comercial, pero que entrañara un producto de calidad (con atención a las letras, las melodías, los arreglos, la producción y con un perenne respeto hacia el público, masificado o no). Ariel Rot le dedicó un disco y una canción por eso. Se llamaban, claro, “Lo siento, Frank”. Y solo que por entonces aún no tuviéramos “La Voz” le salvó de tener que pedirle perdón de rodillas.

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