miércoles, 27 de febrero de 2013

La "Delantera mítica" de Quique González



El último disco de Quique González es, en primera escucha, una puta maravilla. Mejor incluso que el monumental Avería y redención y el mimado (y mimoso) Salitre. Casi a la altura de, para mí, su obra cumbre, el primero (y primitivo), Personal, su disco más rockero y, lo siento, con mejores canciones. O casi.
Porque, como digo, este Delantera mítica parece que no le va la zaga: se abre con el single, “Tenía que decírtelo”, que había cumplido de sobra la labor de avanzadilla haciendo, incluso, que pasáramos por alto la portada y el título. Toda una carta de presentación que luego hemos visto que contiene varios de los ingredientes que el disco va aliñando en diferentes bocados. Casi todos, jugosos.


Por ejemplo, ese arranque con tempo blues, el estribillo pop delicado (y delicioso) cantado en falso falsete y, sobre todo, una de las mejores guitarras eléctricas grabadas para un disco en castellano que, como en el “Moonage Daydream” de Bowie se va dejando ver levemente en un par de momentos sutiles para, cerca del final, explotar en un solo magnífico que, justo antes de terminar, vuelve al reposo. No escuchaba una guitarra tan buena desde, al menos “Nos invaden los rusos”. Pero volvamos al presente. Volvamos a “La Fábrica”, una canción tan Ryan Adams que no desentonaría en Gold. Aparte de guiños futbolísticos (los chicos que se han quedado inflando Zodiacs deben ser los canteranos del Madrid que, como el mismo Quique, se quedaron por el camino) contiene versos rotundos (¿Cómo te sientes?/ ¿te quieres matar?/¿cuánto necesitas?) y, gracias a otro estribillo arrastrado y una guitarra luminosa, lo que un imbécil llamaría “pegada”. Pero yo no soy tan imbécil.
                La tercera canción, “Dallas-Memphis”, suena casi como una delicada ranchera interpretada por un Calamaro con buen gusto (si tal cosa es posible)

“se fue dejando un rastro de confeti/ la luz del garaje encendida”

                “¿Dónde está el dinero?” es el tema más rockero del disco, por tempo y electricidad pero, ojo, también por temática: “Huelen el miedo de la calle/ saben qué hacer con un poco de humo” (…). A medio camino del himno generacional y la canción protesta, describe la situación actual (“Toman medidas policiales:/muerta la ley, la justicia es un lujo”.) con una rabia punk que parecía perdida desde, qué casualidad, su primer disco, insisto, sí, el mejor que había grabado hasta ahora (y no pienso discutirlo si no es a puñetazos).  “Los chicos siguen en el parque/ aprendiendo a nadar bajo el aguacero” es la consigna repetida en la coda final sobre una guitarra, de nuevo, espasmódica en la que, personalmente, echo en falta unos coros multitudinarios y ebrios pero, en fin, a ratos por desgracia y en general por suerte, yo no soy el productor del disco.

"Parece mentira" vuelve al gusto por los medios tiempos arrastrados, mezclando sabiduría de barra de bar (“las 7 y media: los últimos románticos/ acaban acostándose con cualquiera”) con máximas de alcance general, sobre todo en el estribillo, entre simplista e incontestable: ““la primera vez que lo ves/ parece mentira./ La segunda vez, dan ganas de correr…/La verdad es más difícil de entender”. De nuevo, encontramos un trabajo de la guitarra solista más que notable, dando empaque y lustre a una canción con visos de ser el segundo single. ¿Apostamos?

“Las chicas son magníficas”, aparte de una verdad como un templo, es posiblemente la joya del disco. Delicada, deliciosa y de las que se van a convertir en un clásico en directo.


“Me lo agradecerás” incide en el tempo lento. Y es que la cara B de este “Delantera mítica” va a ser más intimista. Y, posiblemente, algo más floja. Al menos, en primeras escuchas. Al menos, este “Me lo agradecerás” que, en mi opinión, hace bajar algo la media. Por lo demás, muy alta.
Por suerte, a continuación viene “Viejos capos”, de nuevo una canción cercana al rock, ralentizado en estudio y con un estribillo de pop beatloso que hubiera firmado el Fito Páez de los años gloriosos. Que, aunque no lo parezca, los hubo. Además, un lirismo, de nuevo, más que acertado:“Tengo la furia y tengo la culpa/ el hambre con las ganas de comer (…) mejor no hacer demasiadas preguntas/ si tienes algo que perder”.
“No encuentro a Samuel”, por su parte, es la canción más metaquiquiana del disco. Plagada de guiños y autoreferencias que, seguro, sabrán reconocer los viejos fans y sorprenderá a alguno de los nuevos. De todas formas, el estribillo, a medio camino de Jose Alfredo y Ry Cooder, no entiende de mensajes crípticos merced a una melodía universal. 
 El resto del disco me ha parecido más flojo. Pero prefiero haceros creer que no lo he escuchado ni analizado con detalle antes que criticarlo.  Eso sí, he de ponerme a los pies de Quique por unas cuantas canciones espectaculares, varios versos enmarcables y por haberme recordado que vuelva a Personal y a Street Legal de González y Dylan, respectivamente. Dos grandes.



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